Solo venta de Press on Nails

Elegir distinto: Silencio

Una reflexión personal sobre sanar sin atacar, y florecer lejos del juicio


Hay momentos en los que hablar ya no alcanza. En los que una parte de mí quiere seguir contando lo que siente, lo que sueña, lo que duele… pero la otra parte, más herida, me pide silencio. No por orgullo. No por enojo. Sino porque entendí que no todas las personas están preparadas para recibir mi verdad con respeto.


Siempre me gustó hablar. Compartir. Ser transparente. Hablar desde el corazón. Porque callarme me hace sentir que me ahogo. Pero con el tiempo me di cuenta de que no todas las personas saben sostener esa apertura sin devolver juicio, corrección, opinión… o silencio. Y ahí es cuando más duele: cuando te abrís y del otro lado sentís indiferencia, o te devuelven un espejo que no sos. Y eso duele más que cualquier palabra dicha con rabia.


Esta reflexión es personal. No está dirigida a nadie. No busca señalar ni culpar. Solo quiero dejar en palabras algo que necesitaba escribir hace tiempo. Porque me pasó —y quizás también te pasó— sentir que muchas veces, por más que expliques desde el amor, nunca es suficiente. Que todo lo que hacés parece estar bajo la lupa. Que te marcan lo que te falta, lo que deberías hacer, lo que podrías cambiar… sin ver todo lo que ya estás haciendo con lo que tenés.


A veces amamos a personas que no nos escuchan de verdad. Personas que tienen su propia mirada, su propio camino, y que creen que su forma de vivir es la correcta. Y entonces te miran con lástima, o con superioridad, o con esa frase disfrazada de consejo:

“No es que no podés, es que no querés.”

Y esas palabras, aunque parezcan pequeñas, desgarran. Porque nadie conoce lo que cargo en el alma. Nadie más que yo sabe cuánto amor hay detrás de mis decisiones, cuántas veces prioricé a los demás, cuántas veces quise algo pero supe que no era el momento. No porque no me anime. No porque no quiera. Sino porque la vida me llevó por otro camino, y aprendí a caminarlo con dignidad.


Me han dicho que tengo que “madurar”.

Pero, ¿qué es madurar?

¿Tomar decisiones sin tener en cuenta a nadie?

¿Ser independiente sin mirar atrás?

¿Priorizarse sin remordimientos, como si nadie más existiera?


Yo creo que madurar también es saber cuándo alejarse, cuándo no insistir, cuándo dejar de explicarse a quien no quiere entender.

Madurar también es cuidar lo que se ama, incluso cuando eso significa decir que no a algo que también se desea.

Madurar, a veces, es decir: no puedo ahora, y eso también está bien.


No soy débil por tener prioridades distintas.

No soy menos madura por elegir cuidar mi círculo, ni por no poder estar en todos los planes.

No soy menos valiosa por no vivir una vida fácil.

Soy yo. Entera. Con mi historia, mis luchas, mis tiempos.


Y hay algo más que aprendí, aunque me haya dolido:

A veces, quienes antes no supieron cuidarte, más tarde te piden que seas distinta. Que reacciones diferente. Que cambies.

Pero no ven que ese cambio que exigen fue moldeado por las heridas que dejaron. Que la desconfianza no nació sola. Que la distancia no es indiferencia, sino protección. Que hay cosas que duelen en silencio, y que ahora se transforman en límites.


Es duro escuchar reproches de quienes alguna vez te hicieron sentir pequeña.

Porque aparece esa sensación de injusticia… de tener que defender una versión de vos misma que nació del daño que te dejaron.


Yo no soy una versión rota.

Soy una versión que sobrevivió.

Y aunque hoy no me entiendan del todo, no voy a dejar que me arranquen el valor que tanto me costó construir.


Este texto marca un cierre. No con alguien en particular, sino con una etapa interna mía. Una etapa en la que sentí que tenía que justificar cada elección, explicar cada emoción, defender cada paso. Hoy ya no. Hoy me permito el silencio. Porque entendí que no todo se tiene que decir para que sea válido. A veces, callar también es amor propio.


Y yo no quiero relaciones donde tenga que demostrar mi valor.

Quiero vínculos donde pueda ser yo, con mis luces y mis sombras, con mis límites, mis tiempos, mi historia.

Donde pueda decir “esto me duele” y no me respondan “exagerás”.


No necesito convencer a nadie de mi valor.

Quien quiera verlo, lo va a ver.

Quien no, que siga su camino.

Yo me quedo con lo real, con lo honesto, con lo que no me exige disfrazarme para ser querida.


Por eso, aunque me cueste, aunque me duela, elijo el silencio.

Porque aprendí que no todo merece una explicación.

A veces, callar es un acto de amor propio.

Un modo de decir: ya no quiero que me sigas hiriendo con tus formas disfrazadas de consejos.


Y algo que también entendí es que el amor, incluso el más genuino, puede doler.

Porque a veces ese amor viene con formas que no me hacen bien.

Porque no siempre se expresa de la manera que necesito.

Porque puede traer exigencias, juicios o silencios que me lastiman, aunque no haya mala intención.


El amor no siempre es suave. No siempre es claro.

A veces se mezcla con frustraciones ajenas, con proyecciones, con heridas sin sanar.

Y yo también necesito aprender a poner límites ahí.

Porque el amor puede ser verdadero y aún así doler…

y si me duele más de lo que me abraza, entonces también tengo derecho a tomar distancia.


También quiero decir algo desde el corazón:

Gracias.

Gracias a esas personas que me dicen: “te ayudamos porque te amamos.”

Gracias a quienes me ofrecen caminos, espacios, posibilidades… no por obligación, sino por amor verdadero.


Aunque a veces no pueda decir que sí. Aunque a veces mis pasos no vayan por donde ustedes imaginan. Aunque mis prioridades hoy estén en otro lugar…

Sepan que valoro cada gesto, cada palabra, cada intento de tenderme la mano.


A veces no puedo aceptar todo lo que me dan, no porque no lo desee, sino porque mi vida, mis tiempos y mi contexto me piden otras cosas.

Pero eso no me impide ver el cariño detrás de cada ofrecimiento.

Lo abrazo. Lo atesoro. Y lo agradezco en silencio.


Porque aunque no siempre pueda elegir lo que otros me ofrecen, sí puedo elegir reconocer que ese amor existe…

y eso también me sostiene.


Y si vos también estás sintiendo que das mucho y recibís poco…

Si sentís que a veces no hay espacio para tu voz…

Si alguien te hizo creer que eras menos por no ser como esperan…

Te abrazo desde acá.


Porque hablar de mi dolor no es atacar a nadie.

Es sanar.

Es liberar.

Es poner palabras a lo que antes me guardaba por miedo.


Gracias a lo que fue.

Gracias a lo que entendí.

Ahora, sigo caminando.

Más liviana.

Más fuerte.

Más yo.


Esto no es rencor.

Es madurez.

Es sanar desde el silencio, y florecer lejos del juicio.


— Brisa ✨


💖 Desde CHROMA, creemos que cada persona es un universo. Y que expresarnos también es sanarnos. Si estás pasando por algo parecido, que este texto te acompañe como un recordatorio: merecés ser escuchada, respetada y valorada tal como sos.

Mi carrito